Al plantearnos la cuestión de la interrelación lenguaje-pensamiento, podríamos desarrollar las hipótesis de ínclitos expertos como Boas, Humboldt y por supuesto, Sapir y Whorf, entre otros. Cualquier lingüista aportaría una explicación tan holística como detallada sobre el tema; sin embargo, este breve artículo no pretende ser más que mi opinión al respecto.
Si bien es cierto que todos los entendidos parecen no disentir en que esta interrelación existe, no hay evidencia de acuerdo al intentar concretar si es el lenguaje el que configura esa visión del mundo o viceversa.
Siempre he tenido la convicción de que cada pueblo posee una cosmovisión determinada y definitoria del lenguaje que éste emplea. Nuestra concepción del mundo viene dada directamente por las circunstancias que nos rodean, las cuales son tan relevantes como nosotros mismos a la hora de conformarnos como seres sociales e individuos: “Yo soy yo y mi circunstancia.” (Ortega y Gasset). De esta forma, al comparar dos idiomas, nos encontraremos, por ejemplo, con ciertas ausencias de referentes en ambos. No puedo evitar aludir a los esquimales, quienes tienen numerosísimas palabras para designar la nieve ya que es un elemento clave en su cultura, mientras que en occidente sólo distinguimos un término.
Dado que nuestro lenguaje nos define como comunidad, es de recibo darle la importancia pertinente y, por lo tanto, el lugar que le corresponde.
Por todo ello, el conocer lenguas significa conocer culturas, es decir, acceder a diferentes perspectivas de la realidad. Os animo a no perder esa oportunidad.