Siguiendo la línea de los últimos artículos publicados relacionados con el mundo del emprendedor, hoy vamos a hacer referencia a un nuevo concepto: el capital semilla.
Sin detenernos más en la introducción, comenzamos.
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El capital semilla es esa parte de la financiación de una empresa que suele estar relacionada con su etapa más temprana, es decir, la financiación inicial, la utilizada para su creación o para permitir su despegue.
Dentro de este concepto podemos incluir el capital necesario para los costes preliminares, tales como los derivados de la investigación de mercado o desarrollo del producto o servicio, compra de activos, promoción y publicidad, o similares.
Es un concepto que es muy utilizado para referirse a las inversiones tempranas que se realizan en Start-Up, cuando éstas se encuentran en su fase de creación y todavía no tienen un claro modelo de negocio o no son capaces todavía de generar sus propios flujos de caja.
Aunque el capital semilla puede proceder de diversas fuentes, lo más habitual es que tenga su origen en un Business Angel, aunque también puede incluirse el aportado por los propios fundadores de la empresa, familia, amigos, etc.
En cuanto a la cantidad aportada para formar el capital semilla, aunque puede variar de un mercado a otro, por lo general, no suele ser especialmente grande, pudiendo oscilar entre los 30.000 y 200.000 euros.
El capital semilla se diferencia, por tanto, del Venture Capital (del que hablaremos en un artículo posterior) en que las inversiones en éste último suelen implicar una cantidad de dinero significativamente mayor, debido fundamentalmente a tres motivos:
– El riesgo asociado a la inversión
– La capacidad de financiación
Por último, el riesgo que implica el capital semilla es mucho mayor, en la medida en que la inversión no se basa tanto en las posibilidades de generación de flujo de caja, como en la confianza en el proyecto, la fortaleza percibida en el mismo, y las capacidades del equipo que lo llevará a término.