Siguiendo la línea de curiosidades acerca de la organización laboral y empresarial, hoy toca una ley que, aunque desconocieseis su nombre hasta ahora, seguro que estáis muy familiarizados con su concepto.
Seguro que alguna vez habéis necesitado toda una tarde para realizar un trabajo que debería haber llevado sólo una hora; simplemente porque no teníais la presión de tener que hacer otra tarea inmediatamente después. Pues eso tiene nombre: Ley de Parkinson.
Esta ley fue enunciada en un libro homónimo por Cyril Northcote Parkinson en 1957 y dice: “el trabajo tiende a expandirse hasta ocupar todo el tiempo disponible para realizarlo” (en este enlace puedes leerlo en inglés).
En otras palabras, cuanto más tiempo dispongamos para realizar una tarea, más problemas superfluos se nos plantearán, de modo que finalizaremos el trabajo al límite del plazo con el que contábamos. Sin embargo, si estamos presionados, nos centraremos más en llevar a cabo la tarea, evitando divagaciones y pérdidas de tiempo.
De este modo, si programamos en nuestra agenda que necesitaremos 3 horas para realizar una actividad que siempre nos ha llevado hora y media, lo más probables es que, efectivamente, nos acabe llevando las 3 horas estimadas. Por esta razón, deberíamos tener muy en cuenta esta ley a la hora de planificar nuestro trabajo.
Ahora una adivinanza: ¿qué colectivo tiene fama de estirar sin límites las tareas más simples? ……………. ¡Exacto! ¡Los funcionarios de la administración!
No deja de ser irónico que Parkinson, funcionario del Imperio Británico, desarrollase esta ley fijándose en sus compañeros de departamento, que gestionaba los territorios de ultramar en el momento en el que se estaban perdiendo las colonias. Paradójicamente, cuantas menos colonias y menos trabajo relacionado con ellas había, más funcionarios hacían falta. Disminuía el trabajo real, pero se multiplicaba el trabajo burocrático e improductivo…
Aunque Parkinson se inspirase en los funcionarios para formular su ley, todos la hemos puesto en práctica en algún momento, así pues, seamos indulgentes y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.